Rosa María Payá: “Rocha es responsable por tratar de encubrir el asesinato de mi padre”
La coordinadora de Cuba Decide se mostró indignada por el papel de la defensa del exespía Víctor Manuel Rocha.
La opositora y activista por los derechos humanos Rosa María Payá expresó este viernes su indignación por la audiencia celebrada contra el exespía Víctor Manuel Rocha en la Corte Criminal de Miami. La también coordinadora de la plataforma ciudadana Cuba Decide criticó fuertemente la posición de los abogados del Gobierno de Estados Unidos, cuya actuación calificó como “vergonzosa”.
Rocha, quien trabajó durante más de 40 años como espía del régimen cubano mientras tenía acceso a secretos de seguridad nacional de Estados Unidos, enfrenta un proceso judicial en Miami. “Hoy [viernes 21 de junio] la jueza estaba escuchando al Gobierno de Estados Unidos y a la abogada de Víctor Manuel Rocha sobre las víctimas de este espía del régimen cubano”, explicó Payá a la salida de la corte en una transmisión en vivo por su canal de Instagram.
Payá, acompañada de su madre, su hermano y otras víctimas de Rocha, se mostró indignada por el papel de la defensa del exespía. “Hemos sido testigos realmente de algo vergonzoso: hemos visto a los abogados del Gobierno de Estados Unidos venir hoy a corte para defender a un traidor y a un represor del pueblo cubano”, denunció Payá.
La activista señaló que, a pesar de que la jueza había insistido en escuchar a las víctimas, el Gobierno de Estados Unidos minimizó la importancia de la solicitud. “El Gobierno de Estados Unidos vino a corte a decir que ellos eran la única víctima. ¡Qué vergüenza!”, exclamó.
Payá resaltó la contradicción de defender a alguien que “estuvo por más de 40 años conspirando contra Estados Unidos y vendiendo sus secretos de seguridad nacional”.
La joven también recordó el papel de Rocha en varios eventos críticos, incluyendo su presencia en la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana cuando el régimen cubano derribó las avionetas de Hermanos al Rescate, lo que provocó la muerte de tres ciudadanos estadounidenses y un residente de Estados Unidos.
También mencionó la posible implicación de Rocha en la captura de Ernesto Borges, quien intentaba entregar información sobre agentes de inteligencia cubanos que planeaban infiltrarse en Estados Unidos.
“Todos los agentes del régimen cubano tenían la misión de desinformar sobre el asesinato de mi padre; todos tenían la misión de influir en la respuesta del Gobierno de Estados Unidos sobre el asesinato de mi padre y de Harold [Cepero]“, afirmó Payá, que también señaló la responsabilidad de Rocha en encubrir estos crímenes mientras asesoraba al Comando Sur de Estados Unidos.
A pesar del cierre del caso criminal, la joven aseguró que continuaría con el proceso civil. “No vamos a parar hasta tener acceso a toda la información, hasta no conocer toda la verdad, hasta no obtener justicia y hasta no parar la impunidad de los cómplices del régimen en este país”, declaró Payá con determinación.
En abril pasado, una jueza federal condenó a Rocha a 15 años de cárcel por espiar durante décadas para el régimen cubano. La sentencia se produjo tras admitir que trabajó como agente secreto de Cuba, en un acuerdo de culpabilidad establecido con la Fiscalía, de acuerdo con el reporte de la agencia AP.
Rocha también se comprometió a pagar una multa de 500.000 dólares y cooperar con las autoridades tras declararse culpable de conspirar para actuar como agente de un gobierno extranjero. A cambio, la Fiscalía retiró más de una docena de cargos, entre ellos fraude electrónico y declaraciones falsas.
“Me declaro culpable”, dijo Rocha a la juez Beth Bloom, agregando que comprendía la gravedad de sus actos.
Rocha, de 73 años, afrontaba en total 15 cargos por seis delitos, por los que podría cumplir en conjunto una pena máxima de 60 años de cárcel.
Su caso ha sido descrito por fiscales como una de las más grandes traiciones en la historia del servicio exterior estadounidense.
El exembajador, antiguo empleado del Departamento de Estado que formó parte del Consejo de Seguridad Nacional y fue diplomático estadounidense en Bolivia de 2000 a 2002, espió a Estados Unidos durante más de 40 años como agente de Cuba.
Las “actividades clandestinas” en favor de Cuba datan al menos desde 1981, cuando ingresó en el servicio exterior de Estados Unidos, según la información compartida por las autoridades estadounidenses.
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